Cuando llegan los últimos días de junio, y las vacaciones escolares empujan a niños, niñas adolescentes y jóvenes a inundar espacios de todos los ámbitos; y el viento acarrea altas temperaturas... no podemos sino soñar con huir de la ciudad y cambiar de aires. Empezamos a divagar con destinos exóticos que nos hagan descubrir nuevas formas de ver, percibir el mundo y ser en él. Afortunados somos si logramos probar un nuevo platillo, saborear un brebaje original, caminar por callejuelas antes desconocidas y visitar recintos que nos hagan descubrir colores nuevos, sensibilidades radicales, conceptos irreverentes. Museos grandes y pequeños con objetos arqueológicos, restos naturales de monstruos de otras épocas, ilustraciones con estéticas pasadas, herramientas de caza, instrumentos científicos, vestimentas con tejidos bordados y materias preciosas, utensilios cotidianos... testimonios del ayer y del hoy que nos hacen reflexionar sobre el mundo en que vivimos.